¡Oh Virgen y Madre de Dios!

bien sabes que somos hijos y ministros tuyos,

formados por ti misma

en la fragua de tu misericordia y amor.

Somos como una saeta puesta en tu mano poderosa.

Lánzanos, Madre nuestra,

contra lo que se opone al Reino de Dios.

Confiados en tu protección,

anunciamos el Evangelio

sin más armas que la divina Palabra,

sin más títulos que el de hijos de tu Inmaculado

corazón.

Tuya, Madre, será la victoria.

Amén.