El profeta Ezequiel, en su visión, presenta una imagen

poderosa de la transformación espiritual. Esta transformación se

centra en el reemplazo de un «corazón de piedra» por un «corazón

de carne». El corazón de piedra, en este contexto, simboliza la

dureza, la insensibilidad y la rebelión contra Dios. Es un corazón incapaz de amar, de arrepentirse o de responder a la gracia divina.

La transformación del corazón de piedra en un corazón de carne

tiene profundas implicaciones para la vida del creyente. Aquellos

que reciben este don experimentan un cambio radical en su

manera de pensar, sentir y actuar. Se vuelven más semejantes

a Cristo, amando a sus enemigos, perdonando las ofensas y

buscando la justicia. Además, son capacitados para vivir una vida

santa y agradable a Dios, guiados por el Espíritu Santo.